Filipinas fue el extremo más lejano de la línea que unía España, América y Asia. Las flotas de galeones, que zarpaban desde Sevilla o Cádiz protegidas por la armada, cruzaban el Atlántico hacia América y volvían con los tesoros de Oriente y el Nuevo Mundo. Esta ruta, que supuso un intercambio económico y cultural sin precedentes, fue posible gracias a las corrientes del Pacífico. Su punto intermedio se encontraba en América: entre Acapulco y Veracruz se conectaban por tierra los caminos de Asia y Europa. En tierra americana se usaban los cursos fluviales para embarcar los metales y las piedras preciosas de las explotaciones mineras peruanas y bolivianas. El esfuerzo español —marítimo o terrestre— siempre estuvo amenazado por piratas y flotas enemigas, que codiciaban los tesoros extraídos de las posesiones españolas en ultramar. Documental de la serie Bajo el cielo de Orión, producida por la Diputación de Cádiz.