Tras enfrentarse al «sufrimiento más horrible de la especie humana», en Auschwitz, el poeta Félix Grande medita sobre la humanidad y su capacidad de maldad a la vez que apela a la necesidad de indignación y de piedad ante acontecimientos de nuestra «civilización» como fue el holocausto nazi. Grande se refiere también a nuestra capacidad de supervivencia y al prodigio de nuestro carácter finito.