El reciente Premio Cervantes Eduardo Mendoza ha charlado con Juan Manuel Bonet, director del Instituto Cervantes. Con su característica manera de contar las cosas, ha recordado momentos de su niñez —como su iniciación a la lectura gracias a su padre— y de su juventud en Barcelona, su ciudad natal, donde se respiraba una libertad «mayor que la de Madrid». Sobre los amigos que tenía allí —Manuel Vázquez Montalbán, Pere Gimferrer, Félix de Azúa— dice que le cuesta creer sean personas importantes, puesto que eran amigos suyos. El escritor ha rememorado también los años en los que salió de España, primero hacia Londres y más tarde hacia Nueva York, como traductor de las Naciones Unidas.
En cuanto a su trabajo literario, Mendoza habla de la creación de algunas de su obras más conocidas, como La verdad sobre el caso Savolta y La ciudad de los prodigios: para él la ambientación y la investigación de sus novelas no es un trabajo de documentación, sino un trabajo de aprendizaje. A instancias de Bonet, Mendoza se refiere a algunos de los autores catalanes más relevantes: Josep Pla, Mercè Rodoreda, Ignacio Agustí, Carmen Laforet, Juan Marsé.
Bonet y Mendoza han charlado además de modernismo, bilingüismo (que para Mendoza es un hecho enriquecedor, pero «sumamente empobrecedor si se toma como enfrentamiento»); la ambientación de otros de sus trabajos, como Riña de gatos; la pintura del Siglo de Oro español o el humor a través de la literatura anglosajona y española. El acto termina con preguntas tanto del público presente en la sala como llegadas a través de Internet.